Desde el 24 de abril se realiza el ciclo "Comic y cine. Del tebeo a la pantalla" en el MuVIM, todos los martes hasta el 5 de junio a las 19 horas. Se proyectarán películas de personajes que nacieron entre 1900 y 1950
—como Tarzán, Flash Gordon o Dick Tracy—, período comprendido en la
exposición temporal que les sirve de referencia, "La eclosión de los
clásicos", que se puede visitar en el museo.
Este ciclo de cine está estrechamente emparentado con la exposición
temporal «La eclosión de los clásicos», que analiza los contrastes entre
los grandes maestros del cómic norteamericano clásico. Y es que cómics y
el cine han ido de la mano desde muy pronto. No en balde son, ambos,
artes características del siglo pasado. Es decir, artes
idiosincráticamente modernas. Ya en la década de 1930 se popularizaron los seriales que, cada semana, trasladaban a la pantalla grande las aventuras de los héroes de papel,
como Flash Gordon o Dick Tracy. El camino, pero, no era unidireccional:
los espectadores de Micky Mouse o Betty Boop acabaron leyendo también
sus aventuras en un formato diferente del que los había visto nacer.
Para Hollywood el mundo del cómic ha sido —y continúa siendo— una inagotable reserva de historias y personajes
a los cuales ha consagrado productos de Serie B pero también grandes
superproducciones, con resultados desiguales: en esas adaptaciones en el
cine podremos encontrar grandes éxitos de público pero también notorios
fracasos que, a pesar de contar con grandes presupuestos, no
consiguieron conectar con los gustos sociales del momento.
En este ciclo nos hemos centrado en personajes que nacieron entre 1900 y 1950,
que es el periodo comprendido en la exposición temporal que le sirve de
referencia. Durante siete semanas podremos ver las adaptaciones que,
con mayor o menor acierto, ha hecho el cine de los personajes más
clásicos de la historieta norteamericana, como por ejemplo Superman, Tarzán, Flash Gordon, Dick Tracy o The Phantom,
conocido aquí como “El Hombre Enmascarado”. Pero también hemos incluido
obras que no se ajustan exactamente a esos parámetros. Una es la
temprana versión de King Kong (1933), que
reunía numerosas influencias del entonces incipiente mundo del cómic y
que acabó influenciándolo notablemente. La otra es Barbarella,
una superproducción francesa de 1968 con Jane Fonda al frente que
adaptaba —con grandes dosis de erotismo— un cómic de ciencia-ficción y
donde se homenajeaban pero a la vez parodiaban los clásicos del género.
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